Una fuente de inspiración para tus propósitos de comienzo de año la puedes encontrar sin duda en la historia
de la Navidad. Porque en
Jesús naciendo como bebé humano contemplas el proyecto de Dios para la humanidad: el Hijo de Dios,
viene para salvarnos, para darnos
vida verdadera y dárnosla con abundancia. El gran proyecto de Dios pasa por una joven de Nazaret, una mujer sin nada
que la distinga de las demás pero que a los ojos de Dios ha alcanzado
gracia. Así hace las cosas Dios: ha elegido el camino de la sencillez, de la humildad. No hace grandes
anuncios ni ofrece actuaciones espectaculares. Fíjate
en la familia de Nazaret, un pesebre con el niño acostado en él y los pastores que van
a ver al niño que les han anunciado unos ángeles. ¿Quién se atrevería
a decir que allí está el soberano del universo,
el deseado de las naciones? Para aceptarlo hay que entrar en esa manera de hacer las cosas de Dios que es la dinámica de la encarnación. Si quieres que
tus propósitos agraden al Señor y sean verdaderamente eficaces para hacerte avanzar en
tu vida interior, no puedes olvidar el modo en que Dios realiza sus proyectos.
Piensa entonces qué puedes hacer para servir más y mejor a quienes te rodean. Aquellos propósitos que piensan en los demás
y no solo en ti
mismo son los que mira Dios con mejores ojos, y los que te harán avanzar más en tu vida interior.

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