lunes, 8 de marzo de 2021

¿Qué tenían de especial los magos para saber interpretar la estrella?


Hoy se pone en primer plano a unos misteriosos personajes, magos de Oriente, dice san Mateo en su evangelio. Tradicionalmente cifrados en tres, los magos, llegan a Jerusalén desde muy lejos. Allí preguntan: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2, 2). En ellos puedes ver reflejado a cada hombre, a cada mujer, que a lo largo de la historia han buscado a Dios para hacer lo único que la criatura puede obrar ante Él: adorarlo. Pero ¿por qué se pusieron en marcha? ¿Y por qué solo ellos y no otros también? ¿Acaso la estrella solo fue una señal exclusiva para ellos? Estos hombres vieron una estrella que los puso en movimiento. El descubrimiento de algo inusual que sucedió en el cielo logró desencadenar un sinfín de acontecimientos. No era una estrella que brilló de manera exclusiva para ellos, ni tampoco tenían un ADN especial para descubrirla. Los magos no se pusieron en camino porque hubieran visto la estrella, sino que vieron la estrella porque se habían puesto en camino. Tenían el corazón abierto al horizonte y lograron ver lo que el cielo les mostraba porque había en ellos una inquietud que los empujaba: estaban abiertos a una novedad».

Apertura de mente y de corazón es algo indispensable en la búsqueda de Dios. Puedes verlo en los magos. Este es su secreto, lo que hizo que ellos se pusieran en marcha y dieran con los signos que Dios puso en el camino para guiarlos. Pídele a Dios que no te falte a ti esa misma apertura del corazón, ese deseo de encontrarle. Pregúntate si eres capaz de fiarte de Dios cuando no ves o no entiendes y seguir adelante confiando en su promesa, porque en esto se manifiesta especialmente el secreto de los magos. Y no olvides que a ellos les sirvió para encontrar a Cristo, ojalá te sirva a ti también.

El deseo de Dios, la nostalgia de Él, es lo que impulsa a buscarle, a salir de uno mismo, de la propia comodidad. Es lo que hizo salir a los magos y también lo que les guía. Es un auténtico GPS interior que marca siempre la ruta hacia Dios y que reconoce los signos que llevan a Él. Un GPS que, como sucede con los instrumentos de navegación que usamos cotidianamente, necesita estar actualizado. Y se actualiza con su propio ejercicio, con el uso, si no se queda anquilosado, incapaz de marcar la ruta. Es lo que le sucede a Herodes. Él tiene todo a favor para reconocer al Mesías, lo tiene mucho más fácil que los magos. Está familiarizado con las promesas del Antiguo Testamento, forma parte del pueblo elegido, incluso físicamente está apenas a unos pocos kilómetros del niño. Pero nada de eso le sirve porque en su corazón el deseo de Dios, la nostalgia de Él ha sido sofocada por su egoísmo. El GPS de Herodes está estropeado y solo apunta hacia sí mismo.

Pero no demonicemos a Herodes, no es distinto de ti y de mí. Si ha perdido esa capacidad de salir de sí, de abrirse a la acción de Dios, es por la vida que ha llevado, por el camino que ha elegido. Un camino que ha consistido no en buscar a Dios, sino en ponerse él en su lugar. Guárdate de no tomar tú esa senda. A ella suele llevar el mirar solo por uno mismo, es el camino del egoísmo, de perseguir únicamente el propio bienestar, el tener más. Por eso el Mesías salvador, aunque sea solo un niño, se le antoja a Herodes como una amenaza a su bienestar. Él no quiere que suceda nada, no quiere salvación, está bien como está, no hay nostalgia ni deseo de Dios en su corazón. Está adormilado, mortecino, y por eso el anuncio de la llegada de un salvador le descoloca y sobresalta. Pídele a Dios que el letargo que invadió a Herodes como una infección del alma nunca se apodere de la tuya.

Hay un detalle que no debemos pasar por alto. Los magos, después de encontrar al Niño y adorarlo y entregarle sus presentes, nos dice san Mateo que se retiraron a su tierra por otro camino (Mt 2, 12). El encuentro con Dios nos cambia, cambia el modo que tenemos de ver las cosas, de conducirnos por la vida. Ese volver por otro camino de los magos te indica cómo, en tu búsqueda de Dios, no solo sales de ti y te pones en marcha, sino que se da un proceso de cambio. La nostalgia de Dios, tu deseo de encontrarlo, si lo secundas, te cambia. Cambia tus planes, tus caminos, tu modo de mirar a las cosas y a las personas. No tengas miedo de que esto pueda suceder, no temas cambiar el camino. Los magos vuelven muy contentos, ya no necesitan la estrella porque llevan consigo el encuentro maravilloso con Cristo, el Niño Dios. Así el camino nuevo se hace más llevadero, más hermoso.

Volver por otro camino, y hacerlo cada día porque volvemos cambiados del encuentro con Jesucristo. ¡Qué cosa tan fantástica para pedirle a Dios con todo el corazón! Atrévete a hacerlo cada día.

San Mateo 2, 1-12

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: –¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: – En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel». Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: –Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

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